Aquella masacre estudiantil de hace medio siglo involucró a personas de todas las edades de la ciudad de León. Al inicio solamente se miraba a los jóvenes universitarios en la marcha, poco a poco se fueron sumando más personas, padres de familia, estudiantes de primaria y secundaria. El apoyo fue inminente, toda una ciudad se despertó, con ello el despojo de los primeros hijos de la UNAN.
Gonzalo Alvarado, sobreviviente de la masacre perpetrada por la Guardia Nacional, narra que las únicas armas de los estudiantes eran las banderas de la universidad y de Nicaragua. Los ideales revolucionarios se hacían más latentes, “Libertad, libertad” decían las consignas.
“Los estudiantes eran los mimados del pueblo”, pero León no estaba preparado para perder a los primeros, y más aun en un genocidio tal como lo cataloga el ahora profesor de geografía de la facultad de Derecho en UNAN-León, Gonzalo Alvarado.
Nadie presagiaba la manera a como finalizaría aquella marcha inspirada y dedicada a hombres valientes, sumergidos en las montañas luchando por una causa justa que no era nada más que la libertad de un pueblo oprimido bajo una dictadura que llevaba hasta entonces 23 años.
Fue el acto sangriento ocurrido en el Chaparral donde algunos estudiantes que integraban movimientos armados en las montañas murieron y resultaron heridos, entre los lesionados estaba Carlos Fonseca, el estudiante de la Facultad de Derecho de la UNAN-León, admirado por ser un icono que nunca ceso su lucha contra dictadura del somocismo.
“Con el triunfo de la revolución cubana los pueblos vieron el camino de la liberación y Nicaragua no estaba ajeno a estos conflictos”, relata Gonzalo Alvarado.
La marcha de ese día ya no sería más aquella corriente celebración a los recién egresados a la casa de estudio, ni siquiera una fiesta que a veces se salía de control; sino que, esta era un marcha de luto en repudio a los caídos en la matanza del chaparral a un mes de haber acontecido.
Todos citados a las tres de la tarde, para dar inicio a la marcha que desde su principio fue una pronunciación pacifica, todos uniformados formalmente: los hombres con camisas blancas, corbatas y escarapelas negras, las mujeres con sus faldas negras y blusas blancas. Luego de los discursos de los oradores acalorados de aquel grupo de jóvenes que empezaban a sentir la necesidad de ser escuchados.
Decididos salieron del recinto de la universidad en busca de otros compañeros, al salir doblaron en la esquina de San Francisco buscando la esquina de Prío, que ahora es Telcor, antes de llegar a la esquina de Prío se toparon con un pelotón de la guardia quienes los embocaron armados con bayonetas, es entonces donde inicia el forcejeo hasta llegar un acuerdo de que ambos bandos debían de dar un paso hacia atrás a la vez, y de esta manera regresaron a la universidad gritando consignas –Abajo la dictadura-.
Mientras Alvarado y sus compañeros que estaban con él regresaban a la universidad les dan la noticia de que algunos estudiantes de derecho habían sido capturados en la retirada y fueron trasladados al comando, donde era el Teatro González. A pesar del calor de esa tarde los estudiantes pensaron con cabeza fría, y decidieron formar una comisión encabezada por Joaquín Solís Piura y Humberto Obregón, apoyados por otros, y fueron a apelar por la libertad de sus mismos compañeros, al llegar al comando habían militares dispersos por todos lados y sobretodo uno muy curioso, en la terraza con la metralleta en mano, como si se tratase de un tiempo de guerra.
El resto estudiantes en la marcha acordaron volverse al lado del comando hasta llegar a la esquina del club social, fue entonces donde nuevamente el grupo de estudiantes que realizaban una marcha pacífica se encuentran con los “mal encarados cascos de acero”.
Joaquín Solís y Humberto Obregón, quienes encabezaban la comisión, minutos después lograron la liberación de los estudiantes, que habían sido tratados como criminales haciéndolos ponerse las manos sobre sus cabezas al salir del comando, los soldados daban la impresión de estar irritados, relata Alvarado, con cierta agresividad en las miradas contra los estudiantes.
Al salir en libertad los jóvenes apresados no tardaron en ir a unirse a la marcha con todo el resto de estudiantes, a la manifestación. Gonzalo Alvarado se encontraba adelante en la marcha y portaba su bandera estudiantil, que minutos antes se la había entregado el famoso Chuno Blandón, los ánimos estaban más elevados y había temor por parte de las mujeres, madres de los jóvenes, cuando de pronto Alvarado observo ciertos movimientos en la Guardia y escuchó claramente decir “Dice el hombre que barra con todos estos jodidos”, llegó la orden al comandante de la plaza Cesar Prado, de parte del Jefe de la Guardia Nacional Anastasio Somoza , dicha fue reenviada a Anastasio Ortiz, mejor conocido como “Tacho Ortiz” quien era el comandante del pelotón fue él quien ordenó abrir fuego contra los “indefensos” estudiantes.
De pronto se vino la confusión, se oían gritos incontrolables y la angustia comenzaba a surgir, era que la primera bomba ya había sido lanzada, el cielo oscurecido a causa del gas lacrimógeno. La masacre se había consumado, estudiantes: asfixiados, heridos, muertos, con una mano menos, con un pie menos, a como fue el caso de Alvarado, quien perdió su pierna derecha. “En esta lucha por la libertad no hay héroes”. Esta matanza dejo como resultado cuatro mártires: Mauricio Martínez, Sergio Saldaña, José Rubí y Erick Ramírez.
Por Jireh González
Agosto 2011